jueves, 15 de julio de 2010

ES DE BIEN NACIDOS, SER AGRADECIDOS


…….. y quien diga lo contrario, miente.

Caso verídico este que voy a contar, primero porque no me gusta mentir, y segundo porque fui testigo del hecho.


Reconozco que a veces invento hechos, dichos e incluso actos, y lo que es peor: Protagonizo acontecimientos que jamás he vivido. A veces por el contrario, creo protagonistas a otras personas de acontecimiento que he vivido en primera persona, solo por prudencia, timidez o temores infundados.


Tras este preámbulo-confesión, paso a relatar lo acontecido en la Playa de Vera (Almería) el día 9 de Julio de 2010, con un calor propio del verano mediterráneo, con la playa llena de bañistas, cuya mayoría solo tomaban el sol, o paseaban como hacía yo, pues el mar estaba algo revuelto y en los puestos de vigilancia ondeaba la bandera amarilla –el día anterior era de color rojo, y cuando tuve que volverme a mi Úbeda natal (como ocurre siempre) estaba esplendorosamente verde-, jejeje….


Yo caminaba hacia el Este, cuando de improviso me cruzo con un fornido joven de unos veintitantos años, corriendo playa adelante asiendo un salvavidas y con el pelo muy largo y ondulado que con movimiento acompasado con cada zancada del chaval y ondeando como la bandera amarilla que se divisaba en lo alto de la torre de vigilancia que este entregado contratado -con poco sueldo quizá- había dejado tan precipitadamente para acudir a una llamada de atención a su responsable tarea de salvamento.


Se trataba de un hombre que se debatía entre la vida y la muerte envuelto en las olas que provocaba la marea de aquel día.


Era emocionante ver esa escena, a mí se me pusieron de punta los pocos pelos que me quedan, la gente se apartaba al paso de este hombre, miraban y buscaban en la lejanía aquello que provocaba esta precipitación y carrera contra el tiempo, todos pudimos ver una cabeza humana en medio del mar.


Yo evidentemente, cambié mi dirección y lo hacía entonces hacia el Oeste, me fui percatando de toda la escena, apresuraba cada vez mas mi paso tratando de llegar lo más pronto posible al lugar de los hechos. Algo me llamó la atención de este joven salvavidas –estaba hablando con alguien con su walky-talky - y no era otra cosa que pedir ayuda a un compañero, el caso debía ser más grave de lo previsto, o el presunto naufrago se encontraba muy alejado de la orilla, tratando de salir de aquella terrible situación.


Cuando ya tenía este joven asido por las axilas al hombre de unos…. calculo yo, setenta años, se lanzaba al agua otro nuevo joven vigilante de la playa, que sorteando las olas con demostrada pericia, se dirigía al salvamento humano exigido en su profesión.


Mientras todo esto sucedía, yo emocionadamente seguía avanzando en la dirección del motivo que me estaba preocupando por el éxito o fracaso de la misión.


Llegue al lugar de los hechos, cuando los tres individuos se aproximaban a la orilla, dos de ellos abnegados y entregados altruistamente a un tercero que se dejaba portar con….. observaba yo, con cierto aire de “indiferencia”.


Llegados a la orilla, este señor con el bañador más abajo de su posición normal, puso pies en tierra y subiéndose la prenda de vestir hasta dejar oculta la piel más clara que el resto del cuerpo, miraba a los que allí estaban y a quien como yo llegamos, (más que por curiosidad, para alabar y aplaudir a aquellos dos intrépidos jóvenes que se lo merecían todo).


Pues no, no fue así, nadie dijo nada, no se aplaudió, no se vitoreó, no se ensalzó la labor totalmente meritoria y altruista de esta pareja de jóvenes entregados a tan humanitaria misión. Nadie dijo nada, ni siquiera yo que ardía en deseos de aplaudir y lanzar un “viva” por esto chicos.


El motivo no fue otro que la actitud del “salvado”, este hombre parecía como molesto por haber sido rescatado de una muerte segura, este hombre no presentaba ni el mas mínimo gesto de agradecimiento, o se creía poseedor de este derecho a ser salvado o creía que no era tan grave su hazaña de meterse, con su edad, con la advertencia de la bandera y con el movimiento del mar, hasta donde le viniera en ganas.


Me puse tan cerca de él que pude oír alguna de las frases que dijo:

Me baño todos los días, soy un buen nadador, me parece que lo que ha pasado es que había una “corriente” de la que me costaba algo de trabajo salir, pero lo hubiera conseguido, no ha pasado nada.....

…… al punto llegó su esposa – yo creí que se iba a dirigir a los salvavidas totalmente agradecida por el salvamento de su querido esposo. Pues no, tampoco fue así, esta señora se limitó a darle la razón al “individuo” de su marido, decía: Es verdad, mi marido está muy ágil y otras veces ha hecho mayores proezas, se ve que allí hay una “corriente” que no le dejaba venir a la orilla, pero lo hubiera hecho de todas formas.


La gente se quedaba impasible, solo observando, y yo no acababa de creerme todo aquello, solo me preocupaban los chavales que habían arriesgado su vida por un ser que no pronunció UNA SOLA PALABRA DE AGRADECIMIENTO,……. ¿tan difícil es decir GRACIAS?.... una sonrisa al menos ¿no?


Los chavales se miraban, uno al otro y a la gente y no comprendían nada, ¡yo tampoco!

El primero al segundo le dijo: ¡¡GRACIAS AMIGO por acudir a mi llamada!!

El segundo le dijo al primero: ¡¡NO HAY DE QUE, AMIGO, para eso estamos!!


Ambos se marcharon en direcciones opuestas prestos a sus respectivos puestos de vigilancia y yo también me marché decidido a escribir en mi blog este vergonzoso episodio vivido y con la vergüenza de no haber tenido el coraje suficiente de haber amonestado a estos DESAGRADECIDOS bañistas y de no haber ABRAZADO a estos HEROES tan vilmente menospreciados.