jueves, 18 de marzo de 2010

MIGUEL DELIBES de actualidad

Parece que ya no hay REMEDIO (por ahora).
La ley ha sido “Sancionada” por nuestro Rey.
Ignoro si el día 20 de Diciembre del 2007, Don Juan Carlos I, Rey de España tuvo algún momento de descanso en sus deberes humanos y socio-políticos para leer el diario ABC de aquella fecha.
Me refiero a un artículo de nuestro admirado y desaparecido escritor MIGUEL DELIBES, que reproduzco aquí, por la vigencia del mismo, aunque fuese escrito hace más de dos años.

En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.

La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.


Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.


Miguel Delibes, 20-12-2007

martes, 9 de marzo de 2010

JUAN CARLOS I ¡¡REY DE “TODOS” LOS ESPAÑOLES!!

El otro día un amigo mío se preguntaba: ¿Rey de todos?.... ¿Cómo que de todos? Entonces ¿Qué pasa con estos? ¿Qué me dices de estos miles y miles de españoles que se manifiestan a favor de la vida en la calles de las principales capitales de España y de centenares de pueblos a pesar de las inclemencias del tiempo?

No es Rey de estos que vemos en las cadenas televisivas, fotografías en los diarios y en multitud de videos del domingo día 7 de Marzo, clamando a favor de la vida. ¡¡No de estos no es su Rey!! Porque estos y estas, jóvenes y mayores, niños y niñas no están de acuerdo con este Monarca nuestro, que se confiesa católico, porque acaba de firmar lo siguiente:

"Juan Carlos I Rey de España a todos los que la presente vieren y entendieren. Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado y Yo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica... Por tanto, Mando a todos los españoles, particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar esta ley orgánica. Madrid, 3 de marzo de 2010"

Mi amigo repetía el texto haciendo hincapié en algunas palabras…..

"Juan Carlos I Rey de España a todos los que la presente vieren y entendieren (si que lo veo y lo leo, pero….¡¡no lo entiendo!!) Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado y Yo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica... Por tanto, Mando a todos los españoles, (No dice la monarquía, ni la casa real, sino que habla en primera persona: “Mando a todos los españoles”, y yo me pregunto ¿por qué no manda a los que apoyan esta criminal ley, -solo 6 más que el 50%- o sea la mitad de los españoles -132 votos a favor, 126 en contra y una abstención-que RESPETEN LA VIDA?), particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar (Me suena a “precepto” ¿tanto poder tiene nuestro Rey? –para que luego digan algunos que es una “figura decorativa”) esta ley orgánica. Madrid, 3 de marzo de 2010"

Yo trataba de calmar a mi enfurecido amigo, pues a cada momento se iba acalorando más y más con este asunto, y no es por ser católico convencido y monárquico que lo es, (por su entorno familiar) -aunque tiene grandes lagunas-, sino porque le exaspera ver cuántas injusticias y atropellos a la Ley Natural se están consintiendo en este país socialista.

Ante aquello que dice “Constitucionalmente, un proyecto pasa a tener carácter vinculante y rango de ley exclusivamente por la firma del Rey”, recuerdo yo lo que dijo Lope de Vega: “Todo lo que manda el Rey que va contra lo que Dios manda, ni tiene rango de ley, NI ES REY QUIEN ASI DESMANDA”

Una de estas lagunas de mi amigo se le presenta cuando observando que la Iglesia está rotundamente en contra del aborto como un grave pecado, cuando critica y sale al frente en todas las ocasiones aunque desgraciadamente nada puede hacer ante el poder político. Solo ostenta la potestad de excomulgar a los que practican o apoyan estos delitos contra la Ley moral. Y sin embargo dice por boca del secretario general de la Conferencia Episcopal JUAN ANTONIO MARTÍNEZ CAMINO que: El Rey, conforme al criterio episcopal, no tendrá problema moral alguno al comulgar.

Ahora resulta que ¿existen varios criterios episcopales?, pues… ¡¡me lo explique!! Jesús solo conocía dos criterios, los que estaban en posesión de la verdad y los que no, los que se sentarían a la derecha del Padre y los que lo harían a la izquierda. Sin favoritismos, sin distinciones, con un solo criterio, todos seremos juzgados por el mismo rasero aunque con la particularidad suprema de poder ser siempre perdonados (pero esto es otro tema).

Tanto mi amigo como yo, nos preguntamos: ¿seguirá todavía en vigor en el “criterio episcopal” LA BULA? (era un privilegio para los que la conseguían, previo pago de su importe acorde a las posibilidades de cada cual y que se decía estaba destinado a limosnas, consiguiendo además INDULGENCIAS).

Así es que el Rey, como tal, es de suponer que está en posesión de la inmunidad moral, pero aunque así fuere, el Rey también es un ser humano sobre quien deberían recaer todos los cargos de conciencia que se nos exigen a los demás.

Me comentaba mi amigo que al sancionar El Rey la ley ya no representa nada para él, que nuestro monarca ya goza de una escasa credibilidad y legitimidad, y la va a perder del todo por no demostrar ser el Rey de todos los españoles, no solo católicos, sino hombres de buena fe, éticos y morales, porque esta desgraciada ley va contra todos esos valores, y si no ve este clamor popular, debería marcharse honrando una institución, la monarquía, por la cual un elevado número de españoles sentimos un considerable aprecio y respeto.

¡¡Calla, calla por favor le dije a mi amigo!! No te enfurezcas, no vas a conseguir nada, ¡este país es como es!, mejor dicho es como quieren nuestros gobernantes y el populacho que les vota, que sea, y nosotros nada podemos hacer mientras exista “La disciplina de partido” Cuantos hombres y mujeres poseedores de verdaderos valores morales, pero políticamente contrario a ellos, son tan cobardes de no oponerse a aquello con lo que no comulgan.

En último caso podría haber hecho como Balduino de Bélgica que renunció al trono, justo el tiempo de firmar la ley, el día 6 de noviembre de 1989 el Senado de su país había aprobado una de las leyes más laxas sobre el aborto y el 29 de marzo del siguiente año, la aprobó también la Cámara. Faltaba únicamente la firma de él para que la ley pudiera aplicarse. En un hecho sin precedentes el Rey Balduino, el 30 de marzo de 1990 envió una carta al Primer Ministro de su país explicando las razones de conciencia por las cuales no podía firmar dicha ley. El trono belga estuvo vacante durante 36 horas.