"HOY me propongo que sea el COMIENZO de todo, porque AYER no lo conseguí. Lo peor del caso es que MAÑANA también pretenderé que sea el COMIENZO de todo, ignorando que HOY es el AYER de MAÑANA"
lunes, 24 de octubre de 2011
EJECUCION
viernes, 21 de octubre de 2011
NACIMIENTO
viernes, 14 de octubre de 2011
CONSECUENCIA
miércoles, 12 de octubre de 2011
lunes, 10 de octubre de 2011
UNA CUESTION DE CLASE
Mercurio es una publicación de la Fundación José Manuel Lara para el fomento de la lectura
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Una cuestión de clase
El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo
Los miembros de la bien llamada secta pedagógica, muy bien incrustados en el sistema político español, han arruinado, además de la escuela, la parte del lenguaje que tiene que ver con la enseñanza.
Como es propio de los estafadores de las pseudociencias, han urdido una jerga opaca que oculta su perfecto vacío detrás de un simulacro de especialización técnica.
De modo que para hablar de educación, para debatir con algo de racionalidad y provecho sobre la enseñanza y el saber, lo primero que hace falta es una operación radical de limpieza: negarnos a usar cualquier palabra o expresión que hayan sido inventadas o manejadas por ellos; llamar al pan pan, al vino vino, eludir acrónimos y siglas, porque de otro modo el lenguaje seguirá cautivo de la niebla mental en que lo han sumido los llamados pedagogos o expertos en pedagogía, cuyo mayor éxito en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo y para ejercer con soberanía y responsabilidad la ciudadanía.
Políticos y pedagogos han alcanzado altos puestos –en algunos casos altísimos– no sólo a pesar de su profunda ignorancia, sino precisamente gracias a ella.
Es comprensible que tanto los unos como los otros desconfíen como de la peste de las personas con conocimientos verdaderos que en cualquier momento pueden desenmascararlos.
A tal fin, nada les conviene más que extender al común de la sociedad el estado de penuria mental en el que ellos viven.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Cuanta menos gente pueda señalar los disparates que declaman el pedagogo o el político menos peligro habrá de que su falta de formación, su frivolidad o su estupidez salgan a la luz.
Uno de los campos más fértiles de la impostura política es la manipulación de la Historia. Y no es casualidad que la Historia haya sido una de las disciplinas, junto a la geografía, que más han hecho por eliminar los pedagogos, con el argumento peregrino de que no son saberes que se puedan adquirir por la experiencia directa.
Todas las castas políticas de las autonomías españolas, sin excepción, han recurrido a la falsificación de la Historia en beneficio de sus fines particulares de hegemonía o de legitimación.
En Cataluña los libros de texto hablan alegremente de una “corona catalanoaragonesa” que nunca existió.
En Canarias, un nacionalismo muy virulento, y muy poco estudiado, difunde dos leyendas fundacionales que ni siquiera tienen coherencia entre sí: los crueles invasores peninsulares exterminaron sin compasión a los guanches; los canarios actuales son descendientes de los guanches.
El embuste fortalecido por la ignorancia colectiva puede tener consecuencias grotescas, aunque también trágicas, o grotescas y trágicas al mismo tiempo: detrás de esos pistoleros de veintitantos años que por fortuna ya tienen pocas ocasiones de matar en el País Vasco, pero que tanta sangre y tanto dolor han derramado, hay siempre un relato mitológico no amortiguado por ninguna conciencia racional ni desmentido por la solidez de la información histórica.
Y en Andalucía, una sociedad clientelar y abrumadoramente despojada de iniciativa cívica y dinamismo económico es aletargada en la complacencia por un relato narcisista y novelero del pasado: la tierra en la que convivieron “las tres culturas” en una especie de parque temático nacido de la imaginación de algún asesor del presidente Rodríguez Zapatero o de la ministra Bibiana Aído: el pasado maleable como la plastilina, deshuesado de cualquier inconviencia histórica, el pasado multicultural, diverso, no sexista, vernáculo.
Sin educación pública, una sociedad está indefensa frente a los charlatanes. Algunos contarán (a veces en canales de radio o televisión costeados con el dinero de todos) que el destino de las personas está escrito en las estrellas, y que la fecha de nacimiento determina las inclinaciones y el carácter; otros, que el mundo fue creado por Dios en seis días, o que los que no comparten nuestra fe no merecen vivir, o que la culpa de todas nuestras desgracias la tiene el torvo gobierno central o la gente de la provincia de al lado; otros, que tenemos la suerte de pertenecer a un pueblo elegido, que lleva cientos o miles de años manteniéndose idéntico a sí mismo a pesar de las conspiraciones incesantes de nuestros enemigos.
Pero quizás los charlatanes más insidiosos son los que nos quieren convencer de que somos los que parece que somos por nacimiento, y de que sin necesidad de hacer nada, de esforzarnos en nada, tan sólo desplegando nuestros caprichos o nuestras inclinaciones, nos podremos “realizar”.
El charlatán más peligroso, en estos tiempos, es el que te dice, como aseguran casi todos los anuncios, que “tú” eres el centro del mundo, que sólo tienes que pedir por esa boca para alcanzar lo que deseas, que lo que no es divertido no puede ser interesante, que eres –otra palabra de moda– “especial”.
En este punto, a la caterva de los políticos y los pedagogos se une una tercera clase de estafadores: los publicitarios, los así llamados “creativos”.
Me gusta fijarme en los anuncios, y en los últimos años se ha impuesto en ellos la moda de halagar a un “tú” que al parecer ejerce su risueña soberanía sin más esfuerzo que abrir una cierta cuenta, comprarse cierto tipo de móvil, hacer turismo en determinada autonomía, etc. “Tú eres el protagonista”, “Bienvenido al universo tú”, “Andalucía te quiere”, “Madrid está loca por ti”.
El cultivo del narcisismo ilusorio se corresponde con la perfecta irrelevancia política, y cuanta mayor sea la ignorancia menores serán las herramientas de emancipación.
Porque aquí, como en todo, subyace una cuestión de clase: los pobres, los inmigrantes, los desfavorecidos, son los que más necesitan la escuela para avanzar socialmente, para descubrir y desarrollar las propias capacidades, para encontrar un sitio justo en el mundo.
Los privilegiados ya se ocupan de dar a sus hijos las ventajas educativas y las redes de contactos que les permitirán situarse.
Lo que menos perdono a los políticos y a los pedagogos españoles es que, en nombre de un demagógico igualitarismo, han fortalecido escandalosamente la desigualdad
martes, 4 de octubre de 2011
UN DENARIO DE JORNAL
Hace pocos días, me encontraba en la casa de cofradías, tomando unas cervezas con unos amigos, y aunque casi siempre nuestras conversaciones o tertulias se basan en temas cofrades, no es raro que, alguna que otra vez traten sobre el evangelio de ese día, y así fue en esta ocasión.
Dijo mi amigo Andrés, a coalición de nuestra predisposición a pagar la consumición equitativamente entre los que allí estábamos, que en principio, no estaba de acuerdo con la parábola de “Los trabajadores de la Viña”
No sé si será necesario transcribir la parábola a mis lectores pues la habrán oído más de una vez, sin embargo para refrescar la memoria ahí va:
-Vaya Andrés, ya estás con tus desacuerdos- Dijo Pedro
-No vayamos a discutir ahora sobre quienes serán los primeros y quienes los últimos. Aconsejaba Antonio.
-Hombre, ¡no me dirás tú que es justo y equitativo recompensar por igual tanto al que ha trabajado una hora, como al que lleva todo el día trabajando! Se reafirmaba Andrés.
Me gusta este tema (pensaba yo), y con verdadero interés prestaba atención a las opiniones de mis amigos. Me jacto, presuntuosamente (valga la redundancia), de conocer a las personas por mi condición de hablar la mitad de la media humana y escuchar el doble de dicha media.
-¡Mira que eres “chisquilloso” incluso “rebelde”, diría yo, amigo Andrés! Intervino Felipe. Hombre serio y formal, donde los haya, persona digna de respeto y admirada por nuestro entorno como fiel católico, conocedor de los evangelios, lector asiduo de la Biblia y defensor a ultranza de la Jerarquía eclesiástica. Cristiano de conducta intachable, así como ejemplo vivo en su vida familiar. Enrolado en movimientos cristianos y, yo le califico como: “católico vocacional”
-Felipe, ¡no empieces ya con tus “latinazos” Intervinieron los otros asistentes a la tertulia, Juan, Antonio y Pedro (Este último, aunque cofrade hasta la medula, no por ello ateo hasta las trancas). Pedro es el clásico hombre que por circunstancias de la vida, se vio inmerso en su etapa de colegial en un centro estrictamente religioso, rebelde en su adolescencia y rebotado en la edad adulta, desengañado pienso yo, de las enseñanzas recibidas y experiencias acumuladas en el centro educativo pero, ya digo: cofrade familiarmente desde su cuna.
-No os preocupéis- Respondía Felipe -Que no pienso sermonear, hay cosas que están muy claras. La palabra de Dios es la palabra de Dios y ante eso hemos de asumirla como verdad indiscutible. Jesús hablaba en parábolas solo para que personas sencillas le entendiesen.
-¡Pues yo no lo entiendo! Replicó Bartolo (como le llamamos cariñosamente). -No solo no lo entiendo, sino que no creo que dijera tal cosa, más bien entiendo que Mateo (como los otros tres evangelistas lo dijeron bastantes años después de la muerte del Maestro). Lo diga quien lo diga, ¡No es justo que un hombre que ha trabajado de sol a sol, reciba el mismo salario que el que solo lo ha hecho en una miserable hora!
-No seas así, ¡hombre de Dios! Amonestaba Felipe con premeditaba benevolencia hacia Bartolo. Mientras que Pedro seguía atento al televisor viendo el video de la procesión general del Viernes Santo y Juan (hombre de mentalidad distraída, algo creyente, aunque nada practicante), observaba a Pedro ensimismado en el vídeo y escuchaba despreocupado a los dialogantes –¿Aún no te quieres dar cuenta que se trata de una parábola? Interrogaba con la autosuficiencia que, a veces, demostraba Felipe. -La explicación es bien sencilla, el dueño de la vid es Dios, y nosotros los viñadores, quiso decir Jesús que se nos recompensará a todos por igual siempre que acudamos a su “llamada” sea al principio de nuestra vida o al final de la misma. Dicho de otra forma: “Dios acoge, paga y/o premia a todo aquel que le acepta y ama, ya sea creyente desde su nacimiento o arrepentido en el último momento”
En este instante, todos quedamos callados, no se oía ni el vuelo de los insectos que nos acompañaban, ya fuera por el calor de aquel día, o por el olorcillo que desprendía el marisco a la plancha que nos había servido el camarero, a mi me pareció que hasta se hubiera detenido el video de la magna procesión. Trascurridos unos instantes, Bartolomé miró a su evangelizador con ojos, diría yo, de interrogación casi insolente. Y tras quince segundos en los que pude observar que sus pulmones se quedaron totalmente inactivos, apresando el aire sin dejarlo escapar. Al fin lo soltó diciendo, como un bufido contenido: “Felipe…¡anda ya!
Interrumpió Juan, alegremente y con voz festiva: -¿Por qué no le damos otro trago a las cañas de cerveza que aún están fresquitas y apuramos las gambas que parecen conservar todavía el color de la plancha? Consiguiendo romper el hielo que parecía haberse producido en el ambiente un tanto calenturiento reinante en el patio del bar de la Casa de Cofradías.
-Desde luego, me parece que os tomáis las cosas demasiado a pecho. Continuaba Juan, asintiendo a dúo Pedro y yo.
-Digo, y mantengo como dice Bartolo, que no estoy de acuerdo con que un dueño de una viña, o de un olivar, o el capataz de una mina, o el constructor de viviendas, por hablar de tejas para abajo, sea justo si remunera por igual tanto unos como a otros, sin tener en cuenta el tiempo empleado en el desempeño del trabajo, sea de la índole que sea, repito: ¡no es justo!, de serlo, todos los jornaleros procurarían acudir al trabajo a última hora. Confesaba Andres, y continuaba: -Esto lo entendemos todos ¡tu el primero!, Felipe. –Otra cosa es la interpretación que le quieras dar, amigo mío. Pero ¡entiéndeme y por favor disculpa que sea tan áspero! Tampoco de tejas para arriba (como tú hablas y piensas, honestamente, creo), es Justo ese Dios que dices, admito que, si existe, será bondadoso, libre, por supuesto, ¡pero no justo!
Pedro, que como los demás, asistíamos a las manifestaciones de Bartolomé y Andres contra los argumentos de Felipe, sin desatender la visión del vídeo semantero dijo:
-Ya sabéis que yo paso de estos rollos (a mi lo que me va es mi "Cristo" y mi "Virgen"), el Premio o el Castigo lo tenemos en la Tierra, ahora deberíamos premiarnos con esta “ligá” que nos merecemos en compensación al trabajo que nos hemos dado con tanto ajetreo de procesiones y sagrarios, jejeje…
Juan añadió – Estoy con Pedro, y para los que creen en el infierno y/o el purgatorio, (y con esto defiendo la postura de Andres), no sería justo que se librasen del castigo (nunca diré: eterno), aquellos que han despreciado constantemente la llamada de Dios. No solo eso, sino que han vivido de espaldas y en contra de las leyes terrenas y divinas, porque en el último instante de su vida sientan esa “llamada”, de la misma manera que se libran aquellos que han permanecido fieles desde el principio. Lo justo sería que los primeros purgasen sus culpas para ser acreedores al premio que los primeros recibirían sin condiciones.
Juan insistía: -Vosotros seguir pleiteando que yo me estoy poniendo las botas, jejeje… ¡joé, joé, como están de exquisitas estas gambas!
Antonio, que le pasa como a mí, seguía con atención y en silencio aquella tertulia y al final dijo: ¿Qué os parece si dejamos este tema para otra ocasión?, Son las tres y media de la tarde y en nuestras casas, nos esperan para comer.
Todos asentimos unánimemente y como impulsados por un resorte, nos levantamos de inmediato, ¡no sin antes pagar “equitativamente” aquella consumición que dio para tanto!