Siempre nos quejamos de que no tenemos tiempo de escribir, ¿que digo de escribir?, no tenemos tiempo a veces ni de pensar.
Estamos tan ocupados, tan abstraídos tan hipotecados en nuestros quehaceres cotidianos, que no tenemos un solo momento de ocio, no tenemos un solo momento para nosotros. Y eso es una pena, es una lamentable perdida de tiempo, nosotros somos el principal protagonista de nuestra vida, y sin embargo damos protagonismo a nuestras ocupaciones, a nuestros trabajos, a nuestros quehaceres.
Nuestro “yo” se queda relegado a un segundo termino, ¿qué digo segundo? Se queda relegado a veces a un último término, ¡y es una pena!.
Pero a veces, sin quererlo, y por supuesto sin pensarlo surge algo. Surge una circunstancia o acontecimiento que cambia total y radicalmente esa forma de vivir, de pensar, de racionar y como por arte de magia, solo te ves a ti mismo, solo ves que eres tu quien existe por encima de todas las cosas y por debajo de Dios. Te das cuenta que vives, que de ti dependen muchas cosas, que tú ocasionas muchos acontecimientos y sobre todo que los puedes dirigir.
Yo sufrí hace unos años un infarto de los de campeonato, de aquellos que según los doctores cardiólogos, suponen un record. Nadie ha superado los 3 minutos y 15 segundos de paro cerebral, la supresión de suministro de oxigeno al cerebro durante ese tiempo supone daños irreparables como ceguera, parálisis o coma.
El que escribe, fue víctima de esas cifras temporales peligrosas, pero que gracias a Dios superó tras once días en la U.C.I. solo con las consecuencias lógicas de cualquier paro cardiaco y que con el tiempo se han ido eliminando.
Pero no hay que acudir a acontecimientos tan lejanos en la vida de uno, ni tan dramáticos. Todos los días, o casi todos los días tenemos ocasiones de repetir estos momentos en los que somos: el “yo mismo” y nos encontramos con nosotros cara a cara.
Uno de ellos, el más reciente me ocurrió ayer, en medio de un gran encuentro familiar en mi propia casa, donde nos reunimos quince personas de todas edades: Abuelos, padres, hermanos, esposos, hijos, sobrinos y nietos.
Todo estaba previsto para que el día fuese recordado con felicidad, y todo salió casi como lo previsto, a excepción de que sobre las 2 del medio día, se me ocurre hacer algo por alguien sin reparar en lo peligroso del acto; el caso es que fue algo que hago continuamente y todo los días, pero ayer no observé, que estaba mojado, por los continuos baños en la piscina, que tenia las chanclas sucias de la grasa vertida en el suelo a consecuencia de las parrilladas en la barbacoa, y de que esas misma suelas estaban muy desgastadas por el uso.
Se me ocurre bajar el escalón que separa el patio del habitáculo de la depuradora y las estanterías de materiales de jardinería, artículos de deportes y objetos de baño y playa, para buscar una aguja especial con la que dar aire a los balones de balón-cesto, que según quien me lo solicitó estaban bien, pero yo, tan servicial y amablemente quise ayudar. El desnivel de esta pequeña habitación con respecto a suelo del patio de la piscina, solada por baldosa tipo rustico, es de unos treinta centímetros lo que supone un gran escalón, no siendo su canto romo.
Pues sobre ese escalón a una velocidad proporcional a mi peso y la atracón de la tierra sobe mi, agravada por la velocidad que apliqué para ser útil en ese momento, dieron con mi costado derecho, a la altura de los riñones, en el mismo con un tremendo impacto.
Es inexplicable el dolor físico que se siente, es inexplicable el dolor síquico que se siente, y es inexplicable el dolor moral que se siente.
En los minutos siguientes que se hicieron horas interminables, como película retrospectiva proyectada en mi mente vi todo los males de mi vida, vi, mientras me retorcía de dolor todo lo negativo acaecido durante mi existencia terrenal, tanto física como moralmente (de estos últimos hablaré en futuros artículos), sumergido en un angustioso dolor físico, comenzó a dolerme el alma, mi subconsciente no paraba de auto culparme, de maldecidme, de despreciarme. Me preguntaba como alguien que se supone dichosamente feliz, como alguien bien nacido e hijo de papá, puede sentirse tan desgraciado.
Una vez superadas, todas y cada una de las conjeturas, los consejos, los regaños, las lastimas, la ayudas, las curas caseras de urgencia y mi rotunda negativa de ser trasladado al medico de urgencias; una vez calmados los ánimos, y haciendo de tripas corazón, disimulando en lo posible el dolor, conseguí que la fiesta familiar continuara como si tal cosa.
Ha sido la pasada noche cuando de veras me he enterado de la gravedad de la caída, el no poder dejar mi cuerpo en posición alguna sin sufrir ese punzante dolor lumbar es lo que me ha convencido de ir hoy a la consulta médica. De esta gestión he obtenido un inyectable diario, mezclando un antinflamatorio con un sedante, una crema para que mi amable esposa manifieste su increíble amor y dotes sanitarias, y un spray que me consuela la zona afectada, en mi obstinado afán de no cambiar los hábitos diarios
…¿Y a que viene este rollo?
Pues muy sencillo, a que por la prescripción medica de: reposo (no absoluto), por la imposibilidad de hacer cuanto vengo haciendo, y por el dolor en el movimiento corporal, me da por pensar, y por consecuencia, me sitúo ante el ordenador e intento expresar lo que siento, aunque no sea capaz de hacerlo comprender a mis lectores, si los tengo, ya que mi fuerte no es la oratoria y/o expresión escrita.
¡Pero hoy lo intento! a consecuencia del impacto que me causan los artículos de un conocido mío al que admiro profundamente, conociéndolo solo por sus escritos, por su ascendencia paterna, de algún que otro adiós callejero y de breves, (no se si acertadas), intervenciones en su blog: OTRO CAMINO, en el apartado: comentarios.
Reitero mi admiración por su forma de escribir, por la facilidad de palabra que posee, pero sobre todo por el contenido de sus escritos, que supongo sinceros cuando de su persona y circunstancias propias habla.
Es tal la coincidencia con mi forma de pensar, tanto religiosamente como políticamente, y personalmente, que me identifico plenamente con él y veo en sus escritos: Mis pensamientos. En sus opiniones: mi conducta. En su conducta: mi inhibición.
Últimamente, he leído varios artículos suyos un tanto derrotistas, pesimistas, desalentadores no solo para él sino para los que le leemos.
Y así es, es así como te sientes en ciertas ocasiones de la vida, pero no solo por el hecho concreto de ese día o por la circunstancia del momento, sino porque ello te hace recordar todas las que han sido negativas anteriormente, y agravan ésta de ahora que quizá no tenga tanta importancia.
Creo que esta es la razón por la que se escriben artículos como: OTRO FRACASO, Y CANCIÓN DE LA DERROTA.
Estimo y alabo la valentía que supone reconocer, aunque no aceptar tales situaciones.
Comparto el sentimiento que ocasionan tales fracasos o derrotas.
Me adhiero a los sentimientos de cualquier buena persona que se ve inmersa en situaciones como las tan literaria y humanamente narradas. (Por aquello de que cuando se comparten: las alegrías se multiplican y las penas se dividen).
Pero…
Increpo a quienes se sienten así, incluido yo, rechazo esos pensamientos y sentimientos negativos, máxime cuando se que existen en nosotros todo un cúmulo de circunstancias, hechos, vividos y por vivir, acciones y ayudas por parte de nuestros familiares y allegados, por todos aquellos acontecimientos vividos en positivo, y sobre todo los que están por venir.
Albergo la esperanza de que si mi articulo llega a sus oídos le sirva de acicate y estimulo y destierre ese, a mi parecer, pesimismo que temporalmente le invade.
Este admirado columnista está a punto de recibir la inenarrable bendición de una nueva vida que se está gestando en el seno de su esposa. Yo particularmente he sido bendecido por triplicado. Estos hechos deben borrar todo mal que ocasionalmente le haya ocurrido en estos días del verano del 2008. Son tantas las venturas que tenemos y hemos recibido que eclipsan estos otros nubarrones que enturbian nuestras vidas.
El sol sale todos los días y las nubes solo lo hacen ocasionalmente.
Con este artículo queda demostrada mi escasa aptitud literaria, queda patente mi poca facultad de expresión, pero creo que se nota en cada una de sus líneas, que me manifiesto como soy, que lo que digo lo hago desde el corazón, que pretendo ser sincero y coherente con lo expuesto. Es lo que mas valoro en las lecturas que selecciono.
Como no obligo a nadie a leerme, nada se me puede reprochar, salgo que tuviera la osadía de pretender ser lo que no soy.
Con la esperanza de que algún día, libre de mis ocupaciones laborales y al mismo tiempo voluntarias, dedique el tiempo que me resta a menesteres más humanos, y/o ético-cristianos, y desentierre mis aficiones para acometerlas con la asiduidad que merecen, ya que me reportan ese bienestar, paz y sosiego al que todo hombre de cierta edad debe ir tendiendo para no volver a pensar: que el tiempo ha sido perdido sin remedio.
v.j.
Estamos tan ocupados, tan abstraídos tan hipotecados en nuestros quehaceres cotidianos, que no tenemos un solo momento de ocio, no tenemos un solo momento para nosotros. Y eso es una pena, es una lamentable perdida de tiempo, nosotros somos el principal protagonista de nuestra vida, y sin embargo damos protagonismo a nuestras ocupaciones, a nuestros trabajos, a nuestros quehaceres.
Nuestro “yo” se queda relegado a un segundo termino, ¿qué digo segundo? Se queda relegado a veces a un último término, ¡y es una pena!.
Pero a veces, sin quererlo, y por supuesto sin pensarlo surge algo. Surge una circunstancia o acontecimiento que cambia total y radicalmente esa forma de vivir, de pensar, de racionar y como por arte de magia, solo te ves a ti mismo, solo ves que eres tu quien existe por encima de todas las cosas y por debajo de Dios. Te das cuenta que vives, que de ti dependen muchas cosas, que tú ocasionas muchos acontecimientos y sobre todo que los puedes dirigir.
Yo sufrí hace unos años un infarto de los de campeonato, de aquellos que según los doctores cardiólogos, suponen un record. Nadie ha superado los 3 minutos y 15 segundos de paro cerebral, la supresión de suministro de oxigeno al cerebro durante ese tiempo supone daños irreparables como ceguera, parálisis o coma.
El que escribe, fue víctima de esas cifras temporales peligrosas, pero que gracias a Dios superó tras once días en la U.C.I. solo con las consecuencias lógicas de cualquier paro cardiaco y que con el tiempo se han ido eliminando.
Pero no hay que acudir a acontecimientos tan lejanos en la vida de uno, ni tan dramáticos. Todos los días, o casi todos los días tenemos ocasiones de repetir estos momentos en los que somos: el “yo mismo” y nos encontramos con nosotros cara a cara.
Uno de ellos, el más reciente me ocurrió ayer, en medio de un gran encuentro familiar en mi propia casa, donde nos reunimos quince personas de todas edades: Abuelos, padres, hermanos, esposos, hijos, sobrinos y nietos.
Todo estaba previsto para que el día fuese recordado con felicidad, y todo salió casi como lo previsto, a excepción de que sobre las 2 del medio día, se me ocurre hacer algo por alguien sin reparar en lo peligroso del acto; el caso es que fue algo que hago continuamente y todo los días, pero ayer no observé, que estaba mojado, por los continuos baños en la piscina, que tenia las chanclas sucias de la grasa vertida en el suelo a consecuencia de las parrilladas en la barbacoa, y de que esas misma suelas estaban muy desgastadas por el uso.
Se me ocurre bajar el escalón que separa el patio del habitáculo de la depuradora y las estanterías de materiales de jardinería, artículos de deportes y objetos de baño y playa, para buscar una aguja especial con la que dar aire a los balones de balón-cesto, que según quien me lo solicitó estaban bien, pero yo, tan servicial y amablemente quise ayudar. El desnivel de esta pequeña habitación con respecto a suelo del patio de la piscina, solada por baldosa tipo rustico, es de unos treinta centímetros lo que supone un gran escalón, no siendo su canto romo.
Pues sobre ese escalón a una velocidad proporcional a mi peso y la atracón de la tierra sobe mi, agravada por la velocidad que apliqué para ser útil en ese momento, dieron con mi costado derecho, a la altura de los riñones, en el mismo con un tremendo impacto.
Es inexplicable el dolor físico que se siente, es inexplicable el dolor síquico que se siente, y es inexplicable el dolor moral que se siente.
En los minutos siguientes que se hicieron horas interminables, como película retrospectiva proyectada en mi mente vi todo los males de mi vida, vi, mientras me retorcía de dolor todo lo negativo acaecido durante mi existencia terrenal, tanto física como moralmente (de estos últimos hablaré en futuros artículos), sumergido en un angustioso dolor físico, comenzó a dolerme el alma, mi subconsciente no paraba de auto culparme, de maldecidme, de despreciarme. Me preguntaba como alguien que se supone dichosamente feliz, como alguien bien nacido e hijo de papá, puede sentirse tan desgraciado.
Una vez superadas, todas y cada una de las conjeturas, los consejos, los regaños, las lastimas, la ayudas, las curas caseras de urgencia y mi rotunda negativa de ser trasladado al medico de urgencias; una vez calmados los ánimos, y haciendo de tripas corazón, disimulando en lo posible el dolor, conseguí que la fiesta familiar continuara como si tal cosa.
Ha sido la pasada noche cuando de veras me he enterado de la gravedad de la caída, el no poder dejar mi cuerpo en posición alguna sin sufrir ese punzante dolor lumbar es lo que me ha convencido de ir hoy a la consulta médica. De esta gestión he obtenido un inyectable diario, mezclando un antinflamatorio con un sedante, una crema para que mi amable esposa manifieste su increíble amor y dotes sanitarias, y un spray que me consuela la zona afectada, en mi obstinado afán de no cambiar los hábitos diarios
…¿Y a que viene este rollo?
Pues muy sencillo, a que por la prescripción medica de: reposo (no absoluto), por la imposibilidad de hacer cuanto vengo haciendo, y por el dolor en el movimiento corporal, me da por pensar, y por consecuencia, me sitúo ante el ordenador e intento expresar lo que siento, aunque no sea capaz de hacerlo comprender a mis lectores, si los tengo, ya que mi fuerte no es la oratoria y/o expresión escrita.
¡Pero hoy lo intento! a consecuencia del impacto que me causan los artículos de un conocido mío al que admiro profundamente, conociéndolo solo por sus escritos, por su ascendencia paterna, de algún que otro adiós callejero y de breves, (no se si acertadas), intervenciones en su blog: OTRO CAMINO, en el apartado: comentarios.
Reitero mi admiración por su forma de escribir, por la facilidad de palabra que posee, pero sobre todo por el contenido de sus escritos, que supongo sinceros cuando de su persona y circunstancias propias habla.
Es tal la coincidencia con mi forma de pensar, tanto religiosamente como políticamente, y personalmente, que me identifico plenamente con él y veo en sus escritos: Mis pensamientos. En sus opiniones: mi conducta. En su conducta: mi inhibición.
Últimamente, he leído varios artículos suyos un tanto derrotistas, pesimistas, desalentadores no solo para él sino para los que le leemos.
Y así es, es así como te sientes en ciertas ocasiones de la vida, pero no solo por el hecho concreto de ese día o por la circunstancia del momento, sino porque ello te hace recordar todas las que han sido negativas anteriormente, y agravan ésta de ahora que quizá no tenga tanta importancia.
Creo que esta es la razón por la que se escriben artículos como: OTRO FRACASO, Y CANCIÓN DE LA DERROTA.
Estimo y alabo la valentía que supone reconocer, aunque no aceptar tales situaciones.
Comparto el sentimiento que ocasionan tales fracasos o derrotas.
Me adhiero a los sentimientos de cualquier buena persona que se ve inmersa en situaciones como las tan literaria y humanamente narradas. (Por aquello de que cuando se comparten: las alegrías se multiplican y las penas se dividen).
Pero…
Increpo a quienes se sienten así, incluido yo, rechazo esos pensamientos y sentimientos negativos, máxime cuando se que existen en nosotros todo un cúmulo de circunstancias, hechos, vividos y por vivir, acciones y ayudas por parte de nuestros familiares y allegados, por todos aquellos acontecimientos vividos en positivo, y sobre todo los que están por venir.
Albergo la esperanza de que si mi articulo llega a sus oídos le sirva de acicate y estimulo y destierre ese, a mi parecer, pesimismo que temporalmente le invade.
Este admirado columnista está a punto de recibir la inenarrable bendición de una nueva vida que se está gestando en el seno de su esposa. Yo particularmente he sido bendecido por triplicado. Estos hechos deben borrar todo mal que ocasionalmente le haya ocurrido en estos días del verano del 2008. Son tantas las venturas que tenemos y hemos recibido que eclipsan estos otros nubarrones que enturbian nuestras vidas.
El sol sale todos los días y las nubes solo lo hacen ocasionalmente.
Con este artículo queda demostrada mi escasa aptitud literaria, queda patente mi poca facultad de expresión, pero creo que se nota en cada una de sus líneas, que me manifiesto como soy, que lo que digo lo hago desde el corazón, que pretendo ser sincero y coherente con lo expuesto. Es lo que mas valoro en las lecturas que selecciono.
Como no obligo a nadie a leerme, nada se me puede reprochar, salgo que tuviera la osadía de pretender ser lo que no soy.
Con la esperanza de que algún día, libre de mis ocupaciones laborales y al mismo tiempo voluntarias, dedique el tiempo que me resta a menesteres más humanos, y/o ético-cristianos, y desentierre mis aficiones para acometerlas con la asiduidad que merecen, ya que me reportan ese bienestar, paz y sosiego al que todo hombre de cierta edad debe ir tendiendo para no volver a pensar: que el tiempo ha sido perdido sin remedio.
v.j.
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