Hay artículos que cuando los lees, te impresionan de tal manera que se te quedan gravados en el subconsciente para toda la vida. Son lo que uno piensa y no ha sabido expresarlo.
Por ello, lo mejor es “copiar y pegar”, para tenerlo siempre en mi archivo y al mismo tiempo hacerlo visible a mis lectores.
Por ello, lo mejor es “copiar y pegar”, para tenerlo siempre en mi archivo y al mismo tiempo hacerlo visible a mis lectores.
Se trata de un cuento (que bien puede ser una historia real), redactado magistralmente por Enrique Monasterio.
¡¡Leerlo, pues no tiene desperdicio!!
Cuento para mayores, sin receta
Catalina está un poco embarazada, casi nada en realidad. Su embarazo es tan pequeñito que casi no es embarazo. Es un embarazo a lápiz, en papel borrador, que se va como ha venido. Además tampoco lo sabe seguro, porque la cosa fue ayer mismo.
Catalina tiene 15 años y va a la farmacia con frecuencia. Antes compraba regaliz y clerasil para los granos. Hoy comprará un antiácido, que no necesita receta, porque la lógica ansiedad del evento le ha generado un poquito de hiperclorhidria, y pedirá también un antibiótico para el flemón. El flemón es casi tan pequeño como su embarazo, pero para ése sí que lleva una receta que le dio el dentista.
Luego pedirá la píldora “porsiacaso” —así la llama su amiga Loli—, que vale 20 euros (Loli no, la píldora). Loli vale mucho más, porque su padre tiene pasta por un tubo y ha comprado varias píldoras (su padre no, Loli) para no tener que ir a la farmacia después de estar con Manolo. Catalina supone que “porsiacaso” no es el nombre auténtico del medicamento, pero Nieves, que es una farmacéutica superguay, se lo aclarará.
Catalina está nerviosa pero contenta. Gracias a la nueva píldora será más libre cuando esté con su primo Borja. Además le han explicado en el cole que mientras el embrión no anide te lo puedes quitar, porque es como si no existiera. Y la anidación sólo ocurre unos días más tarde.
Cuando la profe lo dijo en clase, Richi, que es un bocazas medio tonto, contestó: “Eso es como decir que hasta que el niño no esté en la cuna no es niño y te lo puedes cepillar”. Catalina se mosqueó y dijo que “no es lo mismo Richi, qué bruto eres”; pero todos se rieron porque ya sabían lo de ella y Borja.
Catalina llega a la farmacia, pero como hay una vieja (lo menos tiene 40 años) comprando, pide primero el almax para la acidez y el augmentine que le ha recetado el dentista. La farmacéutica se lo trae todo y le pregunta: “¿quieres algo más, guapa?”.
Como la vieja no se acaba de ir, Catalina aprovecha para pesarse y comprobar que los tres helados que se tomó con los coleguis le han engordado casi medio kilo. Se va la vieja, y entonces dice: “ah, se me olvidaba. También quiero…, la píldora esa… pa después, ¿mentiendes…?
Nieves la mira de arriba a abajo y le pregunta si es para después de comer o para después de ponerse ciega de cocacola con güisqui. Catalina se mosquea y le dice que ya sabe ella de qué está hablando y que tiene derecho a la píldora comosellame. Entonces Nieves le responde que en su farmacia no se despachan abortivos aunque venga la ministra con una pistola; que a lo hecho pecho, y que se lo piensa decir a su padre (al de Nieves no, al de Catalina) para que se entere de lo que hace la niña.
Catalina se marcha con un mosqueo considerable y va en busca de otra farmacia alejada de su casa donde no la conozcan. Al fin la encuentra y le dan la famosa píldora. ¿Sólo una?, pregunta la niña. El boticario se le ríe a la cara y le dice que para qué quiere más. “¿Es que te dedicas a eso? ¿Eres una profesional?”
Catalina se ha tomado la píldora con un vaso de Coca-cola light. Ella habría preferido una copa de Baylis, que es dulce como un caramelo y, con un poco de hielo, te pones la mar de contenta, pero es que el alcohol no se lo venden ni con receta.
Por la noche piensa que ya puede estar tranquila; que la cosa no ha tenido importancia, porque además lo más probable es que no estuviera embarazada. Y si lo estaba era un embarazo muy pequeñito, y el embrión no había tenido tiempo de anidar. O sea que Nieves es una exagerada, pero no le dirá nada a papá. Y si se lo dice, que se lo diga. Porque ella tiene sus derechos, que se lo ha oído a una ministra muy mona que hay ahora.
Catalina se mete en la cama. Siempre ha rezado tres avemarías, pero hoy le da cosa y no reza nada.
3 comentarios:
Un cuento para enmarcar.
Es verdad, con quince años no se puede comprar alcohol, ni tabaco, ni siguiera votar. Se puede abortar.
Anda que, tiene tela.
Saludos.
A hombres adultos, casados, con hijos y nietos, se les exige la RECETA MEDICA para dispensarle la píldora de la viagra o cualquier otro fármaco necesario para su disfunción eréctil. ¿Será para evitar embarazos no deseados?
A niñas menores de edad, se les dispensa la píldora del día después sin RECETA MEDICA con solo pedirla ¿Será para evitar embarazos no deseados?
En ambos casos se ve que esta gentuza que nos gobierna se equivoca.
Con la diferencia de que el primer caso es una “putada”
Y el segundo posiblemente un “crimen”
Gracias Perikiyo por frecuentar mi blogs.
Saludos cordiales
v.j.
... ...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazon
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesia ...
AFECTUOSAMENTE
APRENDIZ-UVEJOTA
jose
ramon...
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